La terapia es para los locos

Un día en una discusión mi padre dijo “los psicólogos son unos cuentistas” y como era lógico me ofendí, no me malinterpreten, mi papá fue y será mi inspiración de una forma u otra, para toda la vida.

Empiezo con esta historia, ya que, gracias a ese momento tuve oportunidad de analizar el porque de esa frase, y claro mi papi no creía en la psicología, vino de esta generación donde las cosas se guardaban y se ocultaban bien adentro donde nadie las viera, porque no se debían exponer las debilidades, pobre de ti si alguien te veía llorar y solo el enojo esta bien visto cuando era necesario, ya sabes, para que te respeten. Esta generación difícilmente iba a acercarse a un desconocido a contarle sus penas, si uno mismo no sabe que hacer con ellas, ¿cómo va a saber el desconocido? Hablamos de una generación donde ser fuerte y reprimir las emociones era la única opción, especialmente para los hombres, una generación donde solo las mujeres tenían permitido llorar y solo bajo ciertas circunstancias y claro, la solución para cualquier pataleta o respuesta de los hijos era una buena paliza con lo que estuviera mas cerca de la mano: ollas, palos, zapatos, correas, cabrestos y demás herramientas.

Pero esta generación se dividió de forma importante, un grupo mantuvo la vieja usanza con sus hijos y los educó de la misma forma, y es que aprendieron que “así evitarían que se vuelvan delincuentes”, dando como resultado un grupo similar al anterior. Luego está este segundo grupo que no quiso que sus hijos sientan los mismo, este grupo reconoció las heridas que la crianza que recibieron dejo en sus cuerpos y en sus corazones para siempre, algunos con resentimiento y otros con amor se preguntaron ¿y si hay otra forma? Entonces investigaron, buscaron ayuda y trataron de hacerlo diferente. Amigos, muchos de nosotros somos resultado de este grupo, simplemente por que aunque los golpes aún hayan sido una forma de educación ya no eran la primera opción y no fueron tan fuertes como les toco a nuestros padres. Siempre lo he dicho, nuestros padres han hecho con nosotros lo mejor que han podido con las herramientas que han tenido y seguramente nosotros con nuestros hijos hacemos lo propio y considerando que hoy en día tenemos acceso a más información que ellos, tenemos mucho por mejorar.

Habiendo dicho esto, debo decir que de este segundo grupo salen los primeros en ir a terapia con menos miedo pero aún con algo de vergüenza, y es que no estaban locos pero no podían dormir bien, no estaban locos pero les faltaban ganas de vivir, no estaban locos pero sentían que no eran suficiente buenos para sus parejas, sus hijos, etc; no estaban locos pero rompían a llorar cada vez que alguien trataba de darles una abrazo o darles una muestra de afecto, no estaban locos pero no podían demostrar cariño a sus hijos porque no sabían cómo hacerlo y temían verse débiles ante ellos.

Lo gracioso es que muchos en el primer grupo también llegaron a terapia, porque el doctor esta loco y en lugar de darles algo para el dolor de cabeza o la ulcera les mando donde el loquero; pasaron por un evento traumático y les sugieren hacer terapia y ellos piensan “¡está loco! No tengo tiempo para eso, mi problema no se va a solucionar sentándome a conversar”.

De una forma u otra un buen número de ellos termino sentado frente a un ser humano que, en casos con un blog de notas en sus manos, estaba dispuesto a darle la mano para recorrer el largo camino hasta su recuperación.

Varios de ellos tuvieron la suerte de hacer “click” con su terapeuta y sentir la diferencia en su vida, ellos aprendieron que ir al psicólogo no es para los locos si no un acto de higiene mental, otros lamentablemente se toparon con profesionales que no llenaron sus expectativas y se rindieron. Mi papá fue de los segundos, de allí el origen de la discusión que inicia este artículo, el problema con el señor Ron fue que yo era su hija y se vio persuadido a un segundo intento que fue, por cierto, exitoso y de cierta forma alivió su carga antes de fallecer.

En los últimos meses me he topado con más personas que consideran que asistir al psicólogo, no solo es bueno, si no que es necesario y que todos deberíamos ir de vez en cuando así sea solo para descargar un poco de nuestras emociones.

Pensemos en nuestro corazón como un recipiente bajo una gotera, este tiene la capacidad de soportar por mucho tiempo la carga de agua que llega, sin embargo, un día ese recipiente va a rebosar y no será capaz de contener todo eso dentro de él; en los seres humanos esto se ve reflejado en: crisis de pánico, ansiedad, pérdida de ganas de vivir, tristeza constante, llanto fácil, ataques de ira, estrés, cansancio constante, falta de sueño o exceso y demás manifestaciones que pueden afectar seriamente a nuestra familia y amigos o traer complicaciones laborales.

Considerando todo lo dicho, ¿es realmente para locos la terapia psicológica?