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Crianza Respetuosa
La Crianza respetuosa es educar con amor, con ejemplo y con paciencia; es respetar los tiempos de cada hijo entendiendo que cada uno es diferente y comprender que los límites son importantes y por ello, cualquier respuesta positiva o negativa debe ser explicada claramente.
Mientras crecíamos seguramente escuchamos la expresión “Es que si no mis papás me pegan”; cuando no explicamos el porqué de nuestras respuestas como adultos los niños aprenden a obedecer por miedo y no a entender que sus actos tienen consecuencias, por lo que suelen sentirse tentados a probar suerte “desobedeciendo” para saber qué pasa.
Las respuestas ante eventos clásicos (como decir que no ante algo que pide, que no puede tener el juguete que otro niño está usando o que el contacto físico con personas o animales no tiene que ser brusco) deben ser claras, posicionarse a su altura, de forma que podamos mirarlo frente a frente y comunicarnos con palabras que pueda entender, por ejemplo:
“Este no es un buen momento para comprar el juguete que me pides porque no salimos a buscar eso, hoy salimos a comprar comida”
“Hoy no podemos comprarlo porque el dinero que tengo no es suficiente, ¿Lo podemos hacer en otro momento, por favor?”
“¿Necesitas realmente eso? ¿Cómo has pensado usarlo?”
Ante la última pregunta se deja abierta la posibilidad de negociar, lo cual también es bueno ya que demuestra que confiamos en su criterio.
La crianza respetuosa no implica una palmada a tiempo ni el “tiempo fuera” a solas.
Hablemos de este último, el “tiempo fuera”, que consiste en dar al niño unos minutos solo usualmente luego de una rabieta o de un comportamiento que se considera inapropiado, para que piense en lo que ha hecho. La pregunta es: ¿Con qué recursos cuenta para manejar su ira y hacer este análisis? En su lugar deberíamos acompañar al niño a un lugar privado donde le expliquemos que entendemos que está enojado y que queremos hablar sobre ello, que en cuanto se sienta listo para hacerlo estaremos allí para poder conversar; para esto es importante que aunque no hablemos esperemos cerca, leyendo un libro o jugando con algo de forma que él sienta un ambiente calmado en el cual puede expresarse; es probable que tome un momento para que quiera hablar pero, cuando esto ocurra, es importante demostrarle que estamos dispuestos a escuchar para luego enseñarle la mejor opción con la que puede reaccionar. De esta manera estaremos educando niños asertivos, capaces de expresar sus sentimientos y con suficientes recursos emocionales para afrontar el mundo y sus dificultades.
Como adultos debemos aprender a manejar la frustración y controlar la ira para enseñar con el ejemplo, para esto es posible que necesitemos acompañamiento terapéutico, ya que se trata de un ejercicio de paciencia y la mayoría de nosotros hemos naturalizado el maltrato al punto de expresar y aprobar opiniones como : “A mi me pegaban de chiquito y salí bien”, “Gracias a que mis padres me pegaban soy una persona de bien” o “Lo que a esta generación le falta es un paliza de vez en cuando”. Ante esta última afirmación hay que considerar que posiblemente lo que en realidad les faltó es la presencia de sus padres, los límites y su guía.
Para terminar quiero preguntar: si cuando un compañero de trabajo no cumple con sus tareas de manera adecuada o no sigue indicaciones ¿Lo golpeas? Seguramente muchos lo harían al sucumbir a la ira y no tener recursos apropiados para manejarla sin embargo, esto puede acarrear problemas legales y sin duda laborales. Todos sabemos que en el mundo de los adultos esta no es una reacción correcta, por mucho que lo deseen.
Habiendo dicho esto, ¿Por qué algo que no es admisible entre adultos, es admisible para un niño?
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